La Cambre en Bruselas es un sueño hecho realidad para los estudiantes de moda. Financiada por el gobierno belga, la matrícula es casi gratuita: incluso los estudiantes no comunitarios pagan solo 4.174 € al año (una cifra que haría estremecer a los estudiantes de EE.UU. y Reino Unido). Pero lo que realmente distingue al departamento de moda de La Cambre no es solo su accesibilidad, sino la impresionante lista de exalumnos que han estudiado bajo Tony Delcampe en esta abadía del siglo XIII. Nombres como Matthieu Blazy (Chanel), Anthony Vaccarello (Saint Laurent), Nicolas Di Felice (Courrèges), Julien Dossena (Rabanne) y Julian Klausner (Dries Van Noten), sin olvidar a estrellas emergentes como Marine Serre, Ester Manas, Louis-Gabriel Nouchi y Marie-Adam Leenaerdt.

La industria se pregunta qué magia ocurre aquí. Este año, un jurado internacional —compuesto por compradores, diseñadores, headhunters, relaciones públicas, la maquilladora Inge Grognard y editoras como yo— se reunió para ver el trabajo de los 12 estudiantes graduados. Las colecciones suelen compartir un hilo común, y este año el tema fue la experimentación con texturas: siluetas entramadas o enjauladas, cuerpos fusionados con muebles, alfombras o tapicería de automóviles. La forma humana se mezclaba con objetos, con poco enfoque en la sensualidad.

Sin embargo, como siempre, las ideas de los estudiantes cobraban vida en la conversación. La diseñadora francesa Théodora Hadj Moussa Laube creó una colección inspirada en veleros, entrelazando chapa de madera con delicadas flores. "La vida es como estar en un barco: es algo personal", dijo, trazando paralelismos entre la corsetería y las curvas de un navío. Su trabajo obtuvo la máxima puntuación.

Alexandre Piron exploró la cultura camionera con Alcantara moldeado y tapicería de asientos, mientras Loïc Bernier transformó materiales de construcción en rellenos industriales. Lionel Gallez se inspiró en catálogos de moda masculina vintage, creando una colección pulida de tejidos de cable y camisas a rayas superpuestas —lista para retail—.

El enfoque de Delcampe es ferozmente técnico. "Muchas escuelas les dicen a los estudiantes que 'se expresen' sin centrarse en las prendas", explica. "Aquí impulsamos la innovación en tejidos, estructura y acabados". Los estudiantes tienen cinco años para desarrollar su oficio, más cuatro prácticas —preparándose para una industria a solo un tren de distancia en París—. Como hablan francés, el idioma no es un problema. Además, aprenden de primera mano cómo funcionan las casas de moda parisinas, adquiriendo experiencia práctica en distintos departamentos mientras estudian cadenas de suministro y comunicación de marca. Así es como La Cambre forma a futuros directores creativos.

"Es parte de la cultura de la escuela", dijo Delcampe. Sus graduados son de combustión lenta: avanzan paso a paso, y cinco o diez años después emergen con puestos importantes en grandes casas. Esto ocurrió de golpe cuando Nicolas Di Felice, Julien Dossena y Matthieu Blazy —todos profesionales altamente cualificados menores de 40— se unieron a su colega Anthony Vaccarello en el centro de atención. La cuenta de Instagram @lacambremodes muestra cuántos talentos emergentes siguen sus pasos, con jóvenes diseñadores y gerentes de estudio trabajando ahora en Celine, Alaïa, Balenciaga, Saint Laurent, Courrèges, Jacquemus y más.

Matthieu Blazy me contó una vez lo crucial que fue el programa multidisciplinario del primer año de La Cambre para moldear su visión holística de lo que puede ser una marca. El departamento de moda forma parte de una escuela de arte y diseño ubicada en un campus idílico. El plan de estudios incluye "formación técnica intensiva junto a clases de historia, filosofía, estética, literatura y semiótica". También proporciona una de las herramientas más esenciales para entrar en la industria de la moda: clases de derecho.

A pesar del ambiente libre y de artes liberales, entrar en La Cambre no es fácil —otra clave de su éxito—. La escuela mantiene clases reducidas y un período de estudio prolongado, a diferencia de muchas instituciones que recortan la duración de los cursos y aumentan las tarifas mientras admiten más alumnos. Mientras otras universidades dependen de portafolios digitales y entrevistas por Zoom, La Cambre exige a los aspirantes superar un riguroso examen de ingreso de cuatro días en Bruselas, que evalúa creatividad, habilidades visuales, intelecto —e incluso costura—.

La próxima ronda de aspirantes enfrentará este desafío del 25 al 29 de agosto. Hay un obstáculo más: aunque La Cambre acepta candidatos internacionales, las clases se imparten en francés, por lo que dominar el idioma es imprescindible.

Pero nada es imposible. Antes de postularse, repasa francés y costura, y reflexiona profundamente sobre por qué quieres dedicarte a la moda. En el competitivo panorama actual, un título de La Cambre es uno de los más valiosos. Delcampe describió el tipo de estudiantes motivados e imaginativos que buscan: "Nuestros alumnos deben preocuparse por la imagen, pero también por coser, confeccionar y entender el mercado al que entrarán. Tienen que materializar ideas".

La Cambre cultiva la creatividad personal mientras forma profesionales listos para la industria, aportando nuevas perspectivas. ¿Otra característica común en sus exalumnos? Una actitud sencilla y accesible —incluso en la cima de sus carreras—. La moda necesitaría más de eso.

"Bueno", dijo Delcampe con una sonrisa, "esto no es un circo. No se trata de espectáculo".