La escritora y directora Sarah Friedland recuerda a su abuela, editora de poesía, como una intelectual izquierdista intrépida que usaba el lenguaje con meticulosidad. Cuando la demencia le arrebató el habla años después, Friedland—entonces estudiante de danza—se sintió cautivada por sus movimientos físicos expresivos.
"Se mecía y golpeaba con ciertos ritmos, tan llena de expresión corporal", recuerda Friedland, incluso cuando su familia hablaba de ella como si ya no estuviera. "Esa desconexión entre la persona que decían que ya no era y la que seguía muy presente frente a mí me acompañó durante años".
Estos recuerdos moldearon su conmovedor debut cinematográfico, Familiar Touch. La película, estrenada en el Festival de Cine de Venecia el año pasado y ganadora de Mejor Ópera Prima, Mejor Dirección y Mejor Actriz en la sección Orizzonti, sigue a Ruth (interpretada con brillantez discreta por Kathleen Chalfant), una anciana ex cocinera cuya vida cambia silenciosamente al mudarse a un centro de asistencia. Friedland la llama una historia de "crecer en la vejez".
"Quería desafiar la idea de que envejecer es solo declive—que las personas mayores se desvanecen", dice. "En las historias de crecimiento, los personajes evolucionan hacia nuevas versiones de sí mismos. ¿Por qué no aplicar eso a la vejez? Nuestra identidad cambia, pero hay continuidad".
Friedland se inspiró en el libro Out of Time: The Pleasures and Perils of Ageing de Lynne Segal, especialmente en el concepto de "vértigo temporal"—cómo nuestros yoes pasados se mezclan al envejecer. Chalfant lo encarna con maestría, alternando entre coqueteo juguetón y la presencia autoritaria de una cocinera experimentada.
Reconocida actriz teatral neoyorquina por Angels in America y Wit, Chalfant se identificó profundamente con el papel. Hace siete años, su mejor amiga, la dramaturga Sybille Pearson, comenzó a mostrar signos de demencia. "Cuando leí Familiar Touch, Sybille estaba en una etapa similar a Ruth", cuenta Chalfant. "De algún modo, este papel fue un regalo para ella—pero más aún, Ruth fue el regalo de Sybille para mí. Al ver la película, reconocí mucho de ella en pantalla".
El filme comenzó como un estudio de movimiento—Friedland, con experiencia en cine de danza experimental, diagramó los gestos de Ruth como "tácticas de fútbol que marcan desplazamientos en una habitación". La escena inicial, una secuencia minuciosa de Ruth recorriendo su hogar por última vez, define el tono.
El proyecto surgió de su trabajo como cuidadora parcial de artistas neoyorquinos con demencia, lo que la llevó a enseñar cine a adultos mayores. "Esa colaboración intergeneracional fue una de las experiencias más gratificantes de mi vida", afirma. "Quedó claro que, para hacer una película anti-edadista, debíamos trabajar junto a ellos y sus cuidadores".
El resultado fue una residencia experimental que fusionó cine y cuidado en Villa Gardens, Pasadena. Durante cinco semanas, el equipo realizó talleres con residentes, quienes luego se unieron a la producción. "Existe el mito de que los mayores no entienden tecnología, algo totalmente falso", señala Friedland. "Verlos aplicar décadas de experiencia al cine fue increíble". Explorar el arte cinematográfico fue emocionante. Los residentes ayudaron a definir el tono del filme, especialmente su humor—como una mujer usando una pinza para el pelo como sujetador. "Lo primero que me dijeron fue: 'No puede ser deprimente—debe ser divertida, pero sin burlas. Un humor que los abrace, celebrando lo absurdo y extraño'", explica Friedland. "Existe un humor único en entornos de cuidado, raramente mostrado en películas sobre vejez. A menudo se retrata a los mayores con condescendencia, como si sus peculiaridades fueran solo tiernas o ridículas".
Los residentes también mantuvieron los pies en la tierra al equipo. "Estar con quienes inspiraron la historia fue un recordatorio constante—y no se guardaban opiniones", dice Chalfant sonriendo. "Además, es una generación—la mía—que creció amando el cine".
Para inspiración, Friedland miró más allá de Hollywood: Poetry (2010) de Lee Chang-dong, Umberto D. (1952) de Vittorio De Sica, The Death of Mr. Lazarescu (2005) de Cristi Puiu y la película lesotense This Is Not a Burial, It’s a Resurrection (2019). "Estos filmes exploran genuinamente la vida interior y singularidad de los mayores", señala. "Eso falta en el cine estadounidense, donde la vejez suele ser un drama que borra identidades".
La cinta también examina cómo mujeres que vivieron el feminismo enfrentan la necesidad de cuidados. "Me pregunté cómo sería para esta generación, que luchó por independencia, depender ahora de otros", reflexiona Friedland. "La sociedad ve el cuidado como carga, no como ciclo natural de interdependencia. Dar y recibir cuidados en distintas etapas concuerda con valores feministas de comunidad y apoyo mutuo".
El tema es urgente hoy. El Senado evalúa un proyecto de ley que recorta Medicaid drásticamente tras su aprobación en la Cámara. "Medicaid cubre cuidados para 17 millones de mayores. Si se recorta, muchos perderán acceso", advierte Friedland. "Es un momento aterrador".
Familiar Touch se estrena hoy en Film Forum (Nueva York) y llegará a cines selectos en las próximas semanas.