Las relaciones a distancia suelen incluir algunos ingredientes clave: comunicación sólida (en un mundo ideal), ocasional terror existencial (en la realidad) y sexo por teléfono (imprescindible). O, en estos tiempos, sexo por FaceTime, preferiblemente en grandes dosis.

Así que no fue sorprendente cuando Carrie Bradshaw, la nueva imagen emblemática del amor a distancia, recientemente le dio su sello de aprobación. Siempre en sintonía con el zeitgeist, la amada columnista sexual convertida en novelista aparece en la última temporada de And Just Like That… intentando un encuentro digital con su amante a distancia—nada menos que Aidan Shaw (todavía procesando esa revelación, la verdad).

Con Aidan atado a Virginia por obligaciones familiares y Carrie siendo, bueno, Carrie en Manhattan, la intimidad telefónica se convierte en su recurso habitual. La escena comienza de manera predeciblemente ardiente: él está en su camioneta, estacionado lejos de la casa; ella está en la cama, con un sostén negro y una camisa abierta. Entonces, Aidan toca accidentalmente la bocina, sacando a Carrie del momento. Él logra terminar, pero ella se distrae con su gato, Shoe, mirándola fijamente. "Dios mío", murmura con naturalidad (clásico sexo telefónico de Carrie). Más tarde, tomando algo, confiesa haberlo fingido. "Ahora me siento deshonesta", admite, sin impresionarse por el consuelo de Miranda de que ella también ha fingido sexo real.

La mayoría de las mujeres ha fingido un orgasmo al menos una vez—un tema que, afortunadamente, se discute más abiertamente. Pero quizá no hablamos lo suficiente sobre cuánto fingimos otras cosas también. He perdido la cuenta de las veces que he enviado mensajes sexuales a medias mientras sazonaba la cena o equilibraba la ropa en el radiador. Es común—un estudio con 155 estudiantes universitarios encontró que casi la mitad de los llamados "sexters activos" había mentido a sus parejas durante el sexting, siendo las mujeres más propensas a hacerlo que los hombres. Clásico.

En cierto modo, mentir por teléfono puede ser más difícil que en persona—estás menos distraído y requiere mejores habilidades actorales. Tienes que acertar con los sonidos, respuestas y estímulos adecuados, incluso si solo estás revolviendo avena a las 7 a.m. Puedes hacer varias cosas a la vez: contestar correos, jardinería, declarar impuestos. Las posibilidades son infinitas—quizá por eso es tan común.

Una amiga compartió: "Una vez dominé verbalmente a un monje en formación por teléfono mientras caminaba al trabajo en zapatillas. Él pensó que llevaba tacones altos". La logística dictaba el momento—su apretada agenda (siete servicios religiosos al día) obligaba a aprovechar cuando ella iba de camino. "No me importó decir 'gira tus pinzas para pezones' en público, pero fingir un orgasmo en una parada de autobús rural fue incómodo. Por suerte, no había nadie alrededor".

A veces, fingir sexo telefónico puede sentirse emocionante—como recuperar un control que no tendrías en la vida real. Pero la culpa suele persistir. Otra amiga admitió: "Una vez lo fingí con mi novio cuando él estaba en Japón. Sabía que no llegaría al clímax, pero él lo necesitaba… así que actué. Todavía me siento mal".

En esencia, las razones para fingir sexo telefónico no son tan diferentes a fingir en persona—a veces simplemente no puedes llegar, pero no quieres decepcionar. La gente finge placer en situaciones reales por varias razones. Naomi Magnus, psicoterapeuta y fundadora de North London Therapy, explica que se reduce a unos factores clave: "La gente se siente presionada por las representaciones poco realistas del sexo y el romance en la sociedad, le preocupa no cumplir las expectativas de su pareja o lucha contra la ansiedad de desempeño".

Para las parejas a distancia, el sexo telefónico puede ser una de las pocas formas de conectar íntimamente. Como las apuestas son más altas, fingir placer repetidamente puede ser especialmente dañino—genera deshonestidad en la relación.

Magnus explica: "Cuando alguien finge, crea una desconexión entre lo que realmente siente y lo que muestra externamente. Con el tiempo, esto puede llevar a distancia emocional, baja autoestima y un sentimiento de aislamiento para ambos—uno no está siendo genuino, y el otro puede percibir esa falta de sinceridad. Si continúa, puede dañar la comunicación e incluso amenazar la estabilidad de la relación".

¿La mejor manera de dejar de fingir? Comienza con una conversación honesta con tu pareja. Magnus sugiere: "Explica con delicadeza por qué te sentiste presionado a fingir y tranquilízalos diciendo que sus deseos no tienen que ajustarse a expectativas irreales". La comunicación abierta ayuda a mantener límites emocionales y físicos saludables.

En la serie, Carrie finalmente toma este enfoque—confiesa a Aidan al final del episodio y lo intenta de nuevo. Todo parece ir bien hasta que Aidan revela que está acostado junto a su hijo adolescente. Y ahí se acaba todo.