Carlos Alcaraz ha ganado el Roland Garros por segundo año consecutivo, derrotando a Jannik Sinner en un épico partido de cinco sets (4-6, 6-7, 6-4, 7-6, 7-6 [10-2]) para conquistar su quinto título de Grand Slam. El encuentro duró cinco horas y 29 minutos, la final más larga en la historia del torneo francés y la segunda más extensa en cualquier final de Grand Slam. Además, fue solo la tercera vez que una final de un major se decidió en un tiebreak.
Dado su reciente dominio —ya sea Sinner o Alcaraz han ganado los últimos cinco Slams y siete de los últimos diez—, sorprende que no se hubieran enfrentado antes en una final de un major. Ambos llegaron con récords perfectos en finales de Grand Slam (Alcaraz 4-0, Sinner 3-0).
El partido fue una batalla desde el inicio. Solo su primer juego duró 12 minutos, con 16 puntos y cinco iguales. Si todo el encuentro hubiera mantenido esa intensidad, habría durado 10 horas. El primer set fue un intercambio tenso, como boxeadores midiéndose en el round inicial.
Sinner tomó el control en el segundo set, pero Alcaraz se recuperó para forzar un tiebreak. Aun así, la precisión de Sinner y su capacidad para devolver casi todos los tiros frustraron a Alcaraz, quien suele jugar a todo ritmo. Expertos como Andre Agassi y Brad Gilbert han señalado que Alcaraz —al igual que Aryna Sabalenka— podría beneficiarse de un enfoque más estable y controlado, algo en lo que Sinner (y Coco Gauff) sobresalen.
Todo cambió en el tercer set. Alcaraz rompió el servicio temprano y desplegó un poder asombroso, aunque la velocidad pura de sus golpes (ambos regularmente superando las 100 mph en sus derechas) a veces se perdía en los ángulos de transmisión. Alcaraz se llevó el set 6-4, entregándole a Sinner su primer set perdido del torneo. El público —incluyendo estrellas como Pharrell Williams, Natalie Portman y Spike Lee— estalló en júbilo.
Las estadísticas pintaban un panorama sombrío: Sinner nunca había ganado un partido tan largo, y Alcaraz nunca había remontado dos sets en contra. El cuarto set fue otra guerra de desgaste hasta que Sinner rompió el servicio de Alcaraz sin conceder puntos, poniéndose en posición de servir por el partido.
Luego vino el giro: arriba 40-0 a 5-3, Sinner colapsó, perdiendo cinco puntos seguidos para cederle el juego a Alcaraz. La multitud enloqueció. Alcaraz rompió el servicio, igualó 5-5 y aprovechó el impulso para forzar otro tiebreak. El estadio coreaba "CAR-LOS" mientras él avanzaba, ganando el set y llevando el partido más allá de las cuatro horas.
En el quinto set, ambos jugadores dieron lo mejor de sí, pero la energía implacable y el juego decisivo de Alcaraz en el tiebreak final sellaron su victoria histórica. Fue un partido para la historia, uno que consolidó su rivalidad como el futuro del tenis masculino.
El encuentro llegó a un quinto set decisivo, lleno de intercambios intensos, cambios de momentum y jugadas inteligentes. En el sexto juego, un error de línea —algo raro, ya que Roland Garros aún depende de jueces humanos en lugar de sistemas electrónicos— frustró al normalmente tranquilo Sinner, dejándolo 2-4 abajo. Pero se recuperó para empatar 5-5. Desde ahí, ambos desplegaron tiros asombrosos que solo ellos podrían ejecutar, llevando el set a 6-6 y luego a un tiebreak, un espectáculo emocionante y lleno de nervios.
Alcaraz dominó finalmente el tiebreak, ganando 10-2 (en finales de major, el tiebreak del set final va a 10 en lugar de los siete habituales), una hora y 45 minutos después de que Sinner tuviera tres puntos de partido. El punto final fue pura magia: Alcaraz persiguió una pelota imposible, luego curvó un derechazo alrededor del poste de la red y vio cómo caía dentro. Se desplomó sobre la arcilla, cubriéndose el rostro en incredulidad, mientras su madre, que había estado escondiendo nerviosa su cara en las gradas, finalmente se relajó y celebró.
Tras una batalla tan agotadora, ambos jugadores estuvieron contenidos durante la ceremonia de premiación, pero su respeto mutuo fue innegable. Cada uno elogió al otro, con Alcaraz reconociendo que Sinner —aún con solo 23 años— tendrá muchas más oportunidades de ganar títulos. Con apenas 22 años, a Alcaraz le preguntaron si conmemoraría esta victoria con otro tatuaje (se hizo una Torre Eiffel tras ganar en París el año pasado). Con una sonrisa, respondió: "Tendré que preguntarle a mi padre".
Esta rivalidad ya es legendaria, y no podemos esperar a ver qué viene después.