En el acelerado mundo de hoy, donde todo parece urgente, las redes sociales nos bombardean con malas noticias y las jornadas laborales nunca parecen terminar, algo tiene que ceder, y con frecuencia, es nuestro sistema nervioso. Si constantemente te sientes estresado, ansioso, deprimido o irritable, es muy probable que tu sistema nervioso esté desequilibrado.
Pero, ¿qué significa tener un sistema nervioso "desequilibrado"? Y lo más importante, ¿cómo podemos restaurar el equilibrio? Vamos a desglosarlo.
### ¿Qué es el sistema nervioso?
Imagina tu sistema nervioso como el centro de control de tu cuerpo, gestionando silenciosamente cómo te sientes, te recuperas y te conectas con el mundo. "Cuanto más lo entiendas, mejor podrás tomar decisiones que fortalezcan tu resiliencia", explica Lucy Oliver, MSci, fundadora de Rē Precision Health.
En términos simples, el sistema nervioso actúa como una red de comunicación entre tu cerebro y tu cuerpo, enviando señales que controlan el movimiento, la respiración, el pensamiento y más. Tiene dos partes principales:
- Sistema nervioso simpático – Activa la respuesta de "lucha o huida" durante el estrés.
- Sistema nervioso parasimpático – Promueve el modo de "descanso y digestión" para la relajación y recuperación.
Idealmente, estos sistemas trabajan en armonía, alternando entre alerta y calma según sea necesario, un estado llamado homeostasis (la forma en que tu cuerpo mantiene el equilibrio a pesar de los cambios externos).
### Vivir en modo supervivencia
Cuando percibimos peligro, el sistema nervioso simpático se activa, aumentando el ritmo cardíaco y la presión arterial para prepararnos para luchar o huir. Esta respuesta es saludable en ráfagas cortas—como escapar de una amenaza—pero surgen problemas cuando nos quedamos atrapados en este estado de alerta.
El estrés crónico (del trabajo, las relaciones o incluso desafíos positivos como perseguir metas) puede sobreestimular el sistema simpático, dificultando el regreso al modo de descanso. Con el tiempo, este desequilibrio puede llevar a problemas de salud graves, como enfermedades cardíacas, ansiedad y depresión.
Algunas personas son más propensas al desequilibrio del sistema nervioso, a menudo debido a factores como traumas pasados o genética. Las investigaciones sugieren que uno de los mayores predictores de un sistema nervioso desequilibrado es... (el contenido continúa).
(Nota: El texto original estaba cortado, así que he preservado la estructura haciéndolo más claro y conversacional. ¡Déjame saber si necesitas más ajustes!)
Un sistema nervioso severamente desequilibrado a menudo proviene de traumas infantiles, especialmente experiencias continuas o repetidas, explica la especialista en trauma clínico Annie Tanasugarn, PhD. Esto podría incluir abuso o negligencia, pero la psicóloga Nicole LePera señala que incluso heridas de apego comunes en la infancia—como crecer en un ambiente emocionalmente restrictivo o impredecible—pueden enseñarnos a ser hipervigilantes sin darnos cuenta.
Más allá del trauma infantil, muchos factores pueden alterar el equilibrio del sistema nervioso, como el estrés crónico, el agotamiento, desequilibrios hormonales, el perfeccionismo, la privación del sueño y deficiencias nutricionales. Situaciones más extremas, como abuso (a cualquier edad), TEPT, enfermedades crónicas o vivir en condiciones inseguras, también pueden causar desregulación.
Señales de un sistema nervioso desequilibrado
Según Oliver, los síntomas comunes incluyen:
- Alteraciones del sueño
- Problemas digestivos
- Niebla mental
- Desequilibrios hormonales
- Reacciones emocionales exageradas
- Tensión muscular
- Ansiedad
Puedes notar irritabilidad, arrebatos emocionales repentinos, sensibilidad al ruido o impaciencia. "La tolerancia al estrés se desploma—incluso las molestias menores parecen amenazantes", dice la practicante somática Maggie Hayes. Emocionalmente, puedes sentirte atascado, entumecido o incapaz de expresar ira, tristeza o ansiedad de manera saludable. Físicamente, la desregulación crónica puede causar tensión muscular, inflamación, dolor o disociación (sentirse mentalmente desconectado). Este estado de "congelación" puede manifestarse como distracción, aislamiento social o desplazarse compulsivamente por el teléfono. "Algunas personas pierden toda conexión con su cuerpo", añade Hayes.
Aunque los síntomas son reveladores, Oliver sugiere medidas objetivas como la variabilidad de la frecuencia cardíaca (VFC)—una VFC baja indica mayor desregulación. Los niveles hormonales, la presión arterial y los marcadores metabólicos también pueden revelar el impacto acumulativo del estrés en el cuerpo.
Regular tu sistema nervioso
No hay una solución instantánea, pero Oliver recomienda estas estrategias accesibles:
1. Respiración: Practica exhalaciones prolongadas (inhala por 2 tiempos, exhala por 4) hasta que se vuelva automático.
2. Movimiento: Caminar, bailar o cualquier actividad placentera reduce las hormonas del estrés mientras aumenta químicos que mejoran el ánimo.
3. Naturaleza: Incluso un breve tiempo al aire libre calma el sistema nervioso.
4. Conexión: Interacciones significativas—con amigos, familia, mascotas o charlas casuales—reducen el estrés.
5. Escribir: Diarios, listas de gratitud o escritura libre ayudan a procesar emociones.
6. Reducir estímulos: Minimiza sobrecargas como tiempo excesivo frente a pantallas o multitareas.
La clave es la constancia—pequeñas prácticas diarias se acumulan con el tiempo para restaurar el equilibrio.
Los factores estresantes crónicos pueden incluir metales pesados, moho, alimentos procesados o relaciones tóxicas.
Si luchas con desregulación emocional—especialmente si proviene de trauma—considera buscar ayuda profesional. Oliver sugiere terapias como experiencia somática, EMDR, neurofeedback o entrenamiento de VFC. Trabajar con un nutricionista para mejorar la salud intestinal también puede ser beneficioso, ya que el intestino y el cerebro están directamente conectados a través del nervio vago. Combinar estos enfoques con educación suele dar los resultados más duraderos.
Recuerda, la sanación lleva tiempo, y hasta los pequeños cambios marcan la diferencia. Hayes recomienda enfocarse en hábitos simples y nutritivos: tomar sol, pasar tiempo en la naturaleza, mantenerse hidratado, comer bien y cultivar relaciones de apoyo. Hacer las tareas cotidianas más despacio—como comer, caminar o incluso cepillarse los dientes—puede ayudar a calmar tu sistema nervioso.
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