El amor de Ludovico Bruno por las artes marciales se refleja en su trabajo. Su complexión musculosa es el resultado de incontables horas en el gimnasio, y también explica por qué su marca, Mordecai, apuesta por siluetas holgadas y oversize. "Diseño ropa que realmente usaría yo mismo", dijo durante una presentación de su colección de primavera, celebrada apropiadamente en un salón de esgrima. El desfile contó con atletas reales de escuelas de lucha y kárate, que ejecutaron movimientos de judo en vivo, difuminando con una intensidad sutil la línea entre pasarela y dojo.
Las posturas de los judocas a menudo parecen un abrazo—físico, sí, pero también profundamente respetuoso, incluso en competición. Esta idea cobró un nuevo significado después de que Bruno viera una foto de dos hermanos reunidos tras ser separados por la guerra. La crudeza tierna de ese momento inspiró un cambio en la colección: las siluetas se volvieron más ajustadas, y los volúmenes se redujeron para destacar la forma del cuerpo. Sin embargo, las prendas seguían permitiendo movimiento, gracias a tejidos ligeros y transpirables.
Bruno perfeccionó sus habilidades en Moncler, y su dominio de la ropa deportiva de alto rendimiento es evidente en sus prendas de abrigo—sencillas pero funcionales, con un toque innovador. Sus chaquetas acolchadas abrazaban el torso, con relleno que imitaba abdominales esculpidos (sin necesidad de gimnasio), superpuestas sobre pantalones parachute amplios y estrechos en los tobillos. Las influencias viajeras aparecieron en toda la colección, como unos pantalones vibrantes estampados Suzani que rompían con una paleta neutra, o abrigos amplios a rayas blancas y negras inspirados en las texturas de las alfombras del Atlas.
"Las artes marciales son tanto ritual como disciplina", dijo Bruno, quien trata su rutina de entrenamiento con una dedicación casi religiosa. En Mordecai, incluso un blazer estructurado evoca la forma de un kimono, reflejando la elegancia sin esfuerzo de un uniforme de judo.